Medio Ambiente: El cambio climático ya amenaza los ecosistemas mediterráneos terrestres
El cambio climático conlleva ya a estas alturas un aumento de la frecuencia, la intensidad y la duración de las sequías y también un incremento de la temperatura –en Cataluña (España) ha aumentado 1,6 ºC desde 1950–, y esto hará que la zona del Mediterráneo sea cada vez más árida.
Un equipo del CREAF liderado por Josep Peñuelas ha elaborado una investigación que recopila estudios, experimentos y datos obtenidos en el campo durante un largo periodo de tiempo en tres ecosistemas mediterráneos terrestres catalanes.
Esta revisión, publicada en Environmental and Experimental Botany, concluye que el cambio climático ya está alterando bosques y matorrales mediterráneos, y que la tendencia se agravará en las próximas décadas.
La sustitución de unas especies por otras más resistentes, o incluso de bosques mediterráneos por matorrales, serán las consecuencias más visibles del cambio climático. Conocer mejor la capacidad de las plantas para aclimatarse y adaptarse a las nuevas condiciones, y una gestión forestal efectiva deben ser prioritarias para minimizar sus efectos.
Los estudios consultados para la revisión incluyen experimentos de campo y series de datos de 20 años o más, de tres tipos de ecosistemas: encinares en Prades; matorrales semiáridos afectados recientemente por el fuego en el Garraf; y bosques templados y húmedos que van desde encinares a hayedos en el Montseny.
"Los resultados obtenidos en Cataluña se pueden extrapolar a otras zonas, porque son ecosistemas típicos de la cuenca mediterránea", explica Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF.
La investigación revela que hay especies menos resistentes al aumento de temperatura y de sequía que otros. "Esto nos hace pensar que en un escenario futuro más árido la composición y distribución de las especies cambiará el Mediterráneo", comenta Peñuelas. Y añade que "es posible que bosques actuales de encinas pasen a ser matorrales en un futuro, más resistentes a estas condiciones". Algo parecido a lo que ocurre en otras zonas de la Península, donde la falta de gestión de los bosques y el cambio climático están acelerando la sustitución de pinos por encinas.
Los resultados también han comprobado que la sequía y el incremento de temperatura provocan que especies bastante resistentes como la encina y el madroño crezcan menos, e incluso presenten picos de mortalidad ante sequías graves. Otro efecto del cambio climático sobre las especies vegetales mediterráneas es la alteración de los periodos de floración, fructificación o dispersión y cantidad de semillas. Además, también se ha constatado que "la sequía hace que muchas plantas liberen más compuestos volátiles, que son inflamables y aumentan el riesgo de incendio", alerta Juan Llusià, también investigador del CREAF y autor del estudio.
Hay que estar especialmente alerta con los ecosistemas jóvenes que han sufrido perturbaciones recientemente, como fuegos, viento, o sequías graves. Es el caso del macizo del Garraf, que sufrió un gran incendio en 1994. "Son las comunidades jóvenes las más vulnerables al cambio climático", apunta Peñuelas.
El suelo también es uno de los componentes que más sufrirá los efectos del cambio climático, ya que el ciclo de los nutrientes queda muy alterado. El agua y nutrientes como el fósforo, el nitrógeno, o el potasio estarán menos disponibles en el suelo. "Una ligera reducción en la disponibilidad de agua puede suponer una gran dificultad para los bosques de retener y acumular los nutrientes, que se escapan arrastrados por las fuertes lluvias", explica Jordi Sardans, otro de los autores e investigador del CREAF. También se reducirá la capacidad del suelo y de las especies vegetales para retener el carbono, el cual probablemente retorne a la atmósfera incrementando los niveles de CO2.
Sin embargo, no todos los resultados de la investigación son tan negativos. Se ha visto que en general las especies mediterráneas han mostrado una capacidad rápida de aclimatación y de adaptación a los cambios ambientales naturales o inducidos por los experimentos. Las comunidades de plantas han sufrido cambios en sus genes y en la forma que estos se expresan, lo que habría ayudado a que la sequía y el aumento de temperatura les afecten con menor severidad. Esto sumado a una adecuación y mejora de la gestión forestal en las próximas décadas proporciona una brizna de esperanza para la mitigación de los efectos del cambio climático. (Fuente: CREAF)