¿Por qué es importante construir una cultura investigativa en los ecosistemas educativos y en toda la comunidad?

Desde la rueda, hace más de 3500 años, hasta el último teléfono inteligente, el desarrollo de la humanidad ha estado ligado a los procesos inventivos e innovadores. El crecimiento de estos procesos se multiplicó en los últimos 200 años, en la misma medida que se fortaleció la cultura investigativa, la comprensión del método científico y en consecuencia el desarrollo de la ciencia.

Hoy en día prácticamente casi nadie cuestiona lo anterior planteado, sin embargo, a pesar de que este proceso se ha ido incorporando a las universidades desde principio del siglo XIX (Atkinson y Blanpied, 2008),  aun muchas Instituciones de Educación Superior (IES), y del mundo empresarial, sobre todo en los países en vía de desarrollo, no han interiorizado la dimensión de este proceso para el crecimiento de esos países. Por el contrario, en muchos casos lo ven como un gasto de tiempo y de recursos.

La cultura investigativa en las IES y en la sociedad es mucho más que establecer de manera normativa unidades de aprendizaje o asignaturas de metodología de investigación en los programas académicos; es mucho más que construir proyectos, líneas de investigación, grupos de investigación y semilleros; mucho más que desarrollar unos productos investigativos, que sirven para alimentar la hoja de vida y alcanzar un nivel mayor científico o académico; mucho más que obtener un grado de máster o doctor en ciencia. La cultura investigativa, es una manera distinta de interpretar la investigación, de conducirse en el ecosistema de la ciencia desde lo epistemológico hasta la gestión de la praxis profesional, es pensar en el actuar con la ciencia, es comprender la necesidad de construir procesos investigativos e interpretar estos, para el desarrollo de procesos e innovaciones que contribuyan al desarrollo social y la generación de riqueza.

En esa construcción de cultura investigativa las IES tienen un rol fundamental, no solo en la formación de sus estudiantes y profesores, sino en sus relaciones con el mundo empresarial y su función con el crecimiento de toda la sociedad.

Esta función social de las universidades ha ido organizándose en los últimos tiempos, siendo cada vez mucho más generaliza (Owen–Smith, 2002). Con el desarrollo de la cultura investigativa las universidades pasan cada vez más de ser depositarías del conocimiento y la cultura general, a formar profesionales integrales capaces de entender la importancia de la investigación y construir conocimientos en respuestas a los intereses sociales.

En ese sentido, un grupo de universidades han dado un paso adicional e impulsan un modelo de universidades de investigación, el cual les ha permitido abordad de una manera diferente aspectos económicos en la sociedad del conocimiento, pasando a constituir elementos dinamizadores de las actividades económicas a nivel regional e internacional mediante la comercialización directa del conocimiento. (Goldfarb y Henrekson, 2003; Lófsten y Lindelóf, 2002)